21 «¡Id!; consultad a Yahveh por mí y por el resto de Israel y de Judá,
acerca de las palabras del libro que ha sido encontrado, porque grande es la
cólera de Yahveh que se derrama sobre nosotros; pues nuestros padres no
han guardado la palabra de Yahveh haciendo conforme a todo lo escrito en
este libro.»
22 Jilquías y los enviados del rey fueron donde la profetisa Juldá,
mujer de Sallum, hijo de Toqhat, hijo de Jasrá, encargado del
vestuario;
vivía ella en Jerusalén, en la ciudad nueva; y ellos le hablaron conforme a lo
indicado;
23 ella les respondió: «Así habla Yahveh, el Dios de Israel: Decid al
hombre que os ha enviado a mí:
24 Así habla Yahveh: Voy a traer el mal sobre este lugar y sobre sus
habitantes; todas las maldiciones escritas en el libro que se ha leído delante
del rey de Judá;
25 porque ellos me han abandonado y han quemado incienso a otros
dioses, irritándome con todas las obras de sus manos; mi cólera se
ha
derramado sobre este lugar y no se apagará.
26 Y al rey de Judá que os ha enviado para consultar a Yahveh, le
diréis: Así dice Yahveh, Dios de Israel, acerca de las palabras que
has
oído...
27 Porque tu corazón se ha conmovido y te has humillado delante de
Dios al oír sus palabras contra este lugar y sus habitantes, y porque te has
humillado ante mí, has rasgado tus vestidos y has llorado ante mí, por eso
yo, a mi vez, he oído, oráculo de Yahveh.
28 Voy a reunirte con tus padres y serás recibido en paz en tu
sepulcro; y no verán tus ojos ninguno de los males que voy a traer sobre
este lugar y sus moradores.» Ellos llevaron la respuesta al rey.
29 Entonces el rey hizo reunir a todos los ancianos de Judá y de
Jerusalén.